Érase una vez, en las afueras de una pequeña ciudad provincial rodeada de colinas y naturaleza, vivía un joven llamado Shota. Aunque no era rico, se destacaba por su bondad y su constante ayuda a los demás. Una fría noche de invierno, de camino a casa, Shota escuchó un tenue llanto proveniente del bosque. Siguiendo el sonido, encontró a una grulla atrapada en una trampa, sufriendo y en agonía. Sin dudarlo, Shota rescató a la grulla y la liberó de su cautiverio. La grulla, libre al fin, alzó la vista al cielo como si quisiera transmitir un mensaje silencioso y desapareció en la oscuridad de la noche.
Al día siguiente, ocurrió algo misterioso. Una hermosa mujer apareció en la ciudad y fue en busca de Shota. Ella se presentó como Miu y explicó que había venido a devolverle el favor al haber salvado a una grulla. Con el tiempo, sus corazones se unieron y eventualmente contrajeron matrimonio. Durante los días de paz, Miu propuso ayudar al hogar tejiendo un “tela especial”. Se encerró en una habitación y, frente al telar, comenzó a trabajar en silencio, creando una tela deslumbrante que brillaba suavemente como la luz de la luna.
Esa tela alcanzó rápidamente gran fama y fue muy elogiada por toda la comunidad, mejorando notablemente la vida de Shota. Sin embargo, Miu guardaba un estricto secreto: mientras tejía, era imperativo que nadie viera su espalda. Shota confió en sus palabras y siguió con su vida diaria, hasta que una noche su curiosidad lo llevó a asomarse en secreto a la habitación de Miu.
Bajo la suave luz de la luna, Shota fue testigo de una escena increíble. Sentada junto al telar, la espalda de Miu se abrió formando un par de enormes alas blancas, y sus brazos se transformaron gradualmente en delicadas plumas. Como en un ritual sagrado, ella fue retirando con sumo cuidado cada una de sus plumas mientras continuaba tejiendo en silencio. En ese instante, dejó de ser simplemente una mujer y se convirtió en la encarnación misma de una grulla en forma humana. Su ser irradiaba un brillo místico, haciendo que hasta el aire pareciera detenerse. Conmovido por tan impactante revelación, Shota comprendió la magnitud del secreto y el sacrificio que Miu había mantenido en reserva, y su corazón se llenó de dolor.
A la mañana siguiente, con una profunda tristeza en sus ojos, Miu dijo suavemente: “Soy el espíritu de la grulla que una vez salvaste. He vivido en forma humana para devolverte el favor, pero ahora que conoces mi secreto, ya no puedo permanecer en este lugar.” Con esas palabras, Miu abandonó lentamente la habitación y se desvaneció en el horizonte.
Shota quedó lleno de arrepentimiento por su traicionada promesa y comprendió el verdadero valor de la belleza y la gratitud. Desde entonces, vivió en soledad y reflexión, llevando en su corazón la lección eterna de nunca olvidar una buena acción y de honrar los vínculos sagrados entre el ser humano y la naturaleza.
Enseñanza:
Este cuento perdura como una lección atemporal sobre la importancia de retribuir la bondad, mantener los secretos y valorar los profundos lazos entre la humanidad y la naturaleza.
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